Guardó el puñal enrojecido y salió de la habitación. Se movía con rapidez, protegida por la oscuridad. En su mente dibujó el plano: girar a la izquierda, ir por las aulas, dejando a un lado el patio y sería libre.
La luz de la luna le mostró su error: estaba en el claustro. Aún así podría salir.
El patio estaba tranquilo, los naranjos apenas se movían y la fuente lloraba lastimera. Miró la pared del claustro, las sombras de los arcos se proyectaban sobre ella, imitando figuras humanas.
Se estremeció.
-Sólo son visiones - dijo para animarse.
El claustro de los vigilantes... ¿Por qué lo llamarían así?
Las manchas parecían talladas en la piedra, elevándose majestuosas; grandes hombres que habían cuidado el sueño de Izgur la contemplaban con sus ojos inertes, siempre abiertos, fijos en el caminante. Vestían largas túnicas, cinceladas de forma caprichosa, flotando con suavidad.
-Luces y sombras.
Apretó el paso
Los labios sellados querían gritar, sus manos inmóviles señalar al criminal. Testigos mudos del asesinato.
-No pueden hacerte nada...
"Y por qué sus ojos preñados de horror te juzgan y sus labios tiemblan con rabia."
- Imaginaciones -apenas pudo pensar, pues la sangre la golpeaba con fuerza en las sienes. Y gruesas gotas de sudor resbalaban por su frente.
Se concentró. "Cruzar el claustro y llegar a la puerta, no queda nada" Animada por esta idea, echó a correr, pero tropezó y cayó, golpeándose con las frías losas. Notó como brotaba la sangre de su boca, no le importó; sin embargo tembló al sentir un sonido grave que vibraba en la losa.
-¡Tuve que hacerlo! -gritó-. Él acabó con mi vida cuando me echó de la Escuela, ¿no lo entendéis? La tenía en sus manos y no le importó. ¡Tenía que hacerlo! Para él sólo era una alumna, un número... La magia era mi vida. Sin ella no soy nada...
Se giró. Las sombras iban descendiendo lentamente al suelo, la miraban con tristeza.
-¡Dejadme! Marchaos -buscó el puñal para defenderse-. ¡Dejadme en paz!
Se acercaron silenciosas, trayendo consigo el frío. Poco a poco la luz iba desapareciendo. En el patio resonó un grito.
La fuente siguió llorando.
Los vigilantes habían cumplido con su deber.